el sueño y la mitología

Eugenio Cornide Cheda

 

EL SUEÑO EN LA ANTIGÚEDAD, LA MITOLOGÍA Y LA CIENCIA

 

Los sueños están ligados desde la antigüedad al mito de Caos, que es la personificación del Vacío primordial, anterior a la Creación, cuando el Orden no había sido impuesto aún a los elementos del mundo. El Erebo era aquel lugar de las Tinieblas infernales que en la Teogonía de Hesíodo, aparece como el Tártaro, la región más profunda del mundo. Es ese lugar del mundo de las tinieblas es de donde regresan Orfeo y Dionisio, uno en busca de su amada y el otro a contactar con su madre (Grimal, 1991). De la misma manera en su quehacer cotidiano el hombre desciende a la mundo de los sueños como una forma de re encontrarse con experiencias del pasado, pensar sobre todo ello y organizar la vida psíquica para  el día siguiente. La experiencia onírica además de satisfacer deseos pulsionales, da cuenta de la particular manera de resolver situaciones conflictivas del pasado y poder aplicarlas a las experiencias del presente.

La propia naturaleza del sueño hace que el mismo pueda tener otros abordajes, de manera que hay autores que desarrollan la tesis de que los sueños son intentos de lograr un mejor control de experiencias traumáticas (Ferenczi ,1931; Curtis y Sachs,1976;  Garma, 1990). Debido a la debilidad infantil resulta relativamente fácil que el self temprano se vea sobrecargado por sucesos traumáticos que luego encuentran expresión en los sueños.

Mediante los sueños la mente organiza las experiencias del pasado colocando a ésta en las mejores condiciones para las nuevas experiencias. Se trata de una manera especial de pensar y poner en imágenes, situaciones vividas y la forma en que fueron resueltas, produciendo esta experiencia la satisfacción de las pulsiones. Las experiencias universales se transmiten a través de los mismos, y luego las propias experiencias son organizadas por los sueños y  transmitidas por medio de la lengua materna.

El soñar es considerado como una función de adaptación que forma parte de los procesos de integración e información. Se estableció de esta manera, la relación entre los problemas manifestados en los sueños y la vida previa y posterior al sueño, de tal manera que puede comprenderse básicamente los problemas que aparecen en los mismos (Greenberg, R., et al, 1992). También es importante a quién se le relata el sueño ya que lo mismo adquiere significación indicando la necesidad de comunicar algo especial a su interlocutor (Callogeras, R. C., 1993). La neurociencia está especialmente interesada en las estructuras cerebrales implicadas en su producción, así como por la organización y narración de los mismos, mientras que el psicoanálisis ha centrado su atención en el significado de los sueños y su relación con el contexto analítico en relación con su historia afectiva y la transferencia. (Mancia, 1989).

Desde la antigüedad los sueños fueron considerados como una continuación de la vida diurna. Aristóteles (384-322 A.C.), afirmaba que los sueños pertenecían a las reglas y las leyes del ser y del espíritu (Ferrater Mora, J.. 1991), a pesar de que muchos de sus contemporáneos los consideraban como comunicaciones de los dioses y eran de naturaleza divina. Artemidoro Daldianus (II D.C.) consideró a los sueños como una actividad que se refiere al pasado del sujeto y lo proyecta hacia el futuro, aceptando así un enfoque ontológico y sociológico de los mismos, tratando de buscar en la vida del soñante los hechos que han influido en los mismos. Artemidoro, describió dos clases de sueños: somnium, que permitía predecir el futuro, e insomnium, que trataba sobre asuntos cotidianos y era afectado por el estado de ánimo del sujeto. Las imágenes oníricas se relacionaban con tres aspectos principales: 1) imágenes naturales relativas a las costumbres del individuo; 2) imágenes relacionadas con las circunstancias del sueño, y 3) imágenes relacionadas con la ocupación y personalidad del individuo.

En Egipto se otorgaba especial atención a los sueños de los faraones, y existían templos a Serapis, el dios egipcio de los sueños; en estos templos e incubaban los sueños. Antes de asistir a un evento, los individuos visitaban estos templos y tenían que ayunar y otra para asegurar sueños que les iluminaran. En los Upanishads (900-500 a.C.), se distinguen dos visiones del sueño. Por una parte, se le concibe como una mera expresión de nuestros deseos; por otra, se expresa la idea de que el alma o espíritu deja el cuerpo durante el sueño. Por ello se temía que, si se despertaba a alguien de forma abrupta, el alma podría no retornar al cuerpo de forma inmediata y entonces el sujeto moriría. En Grecia se practicaba la oniromancia como una forma de interpretar el significado que para el individuo y su destino tenían los sueños.

El Torah de los judíos, Antiguo Testamento de los cristianos, tiene abundantes referencias a los sueños; por ejemplo el sueño del faraón (el más conocido es el de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas que José interpreta como siete años de abundancia seguidos de siete años de escasez; los sueños de Nabucodonosor, descifrados por Daniel; el sueño de Abraham, en que Dios le comunica lo que ocurrirá con sus descendientes hasta la cuarta generación; los de David, los de Jacob, los de Labán, el de Salomón, el de Judas Macabeo, y en fin, en la tradición judeocristiana. Finalmente, no olvidemos que la mujer surge del sueño del hombre: “Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas…y con ella formó una mujer” (Génesis, 2,21).

En el Talmud, escrito entre los años 200 a 500 d.C., hay más de doscientas referencias a sueños, y establece que “los sueños que no son comprendidos son como cartas no abiertas”.

Durante la Edad Media la pregunta fundamental acerca de los sueños fue saber si eran inspirados por Dios o por el demonio. San Francisco de Asos tuvo la revelación, en sueños, de que debía reconstruir una pequeña iglesia abandonada. Luego trasladó esa idea a la reconstrucción de la Iglesia Universal. De ahí que los franciscanos hayan dado particular importancia a los sueños y desarrollado métodos para controlarlos. Se dice que fray José de Trinidad, dormido, recitaba en latín los maitenes y el Oficio de Tinieblas.

Un autor contemporáneo como Resnik (1996), afirma la existencia de una continuidad entre los sueños y la vigilia, considerando a los mismos como la expresión de una capacidad simbólica onírica primitiva. Se trata de la señal de una disociación adaptativa entre las actividades cognitivas: el pensamiento “diurno” por un lado y el pensamiento “onírico” por el otro. Ambos estados se desenvuelven en un tiempo vital de continuidad, siguiendo uno al otro, como la noche al día, como otro más de los ritmos circadianos, que se encuentran en la naturaleza. El sueño es un paradigma de estos dos mundos, mostrando ambos lados de un puente construido mediante el trabajo onírico.

Durante el psicoanálisis, el material onírico constituye un material importante en el mismo, donde es posible ver los aspectos del mundo interno del paciente y la forma de manifestarse en la vida del mismo y en especial en la transferencia. El sueño en el curso del tratamiento psicoanalítico puede considerarse como una forma continua del pensamiento, que sigue y antecede a las sesiones. De esta manera es posible ver los sueños como una continuación de la tarea psicoanalítica, como una respuesta a la misma y como un pensamiento anticipatorio. Durante el sueño el paciente toma su material de los restos diurnos de la sesión, profundiza en su particular “Mundo de las Tinieblas”, tomando de las experiencias pasadas, los hechos que considere importantes para resolver el “enigma” que se le presenta y, finalmente da una respuesta en forma de actividad onírica. En el producto final del sueño, habrá material de toda la vida del sujeto, del material actual tomado de la relación transferencial y del material transmitido por la especie (fantasías originarias). El sueño se presenta también al propio sujeto y al analista como un enigma a ser interpretado y resuelto.

Esta especie de continuidad que existe entre vida onírica y vigilia, está presente en Heráclito, quien ha sido considerado en ocasiones como contradictorio en sus exposiciones (Ferrater Mora, J. 1991). En diversos fragmentos subraya la idea de oposición, en los cuales presenta el contraste que muestran las cosas siendo las mismas. Vida onírica y vigilia, son dos formas contrapuestas del ser que forman parte de lo real, latiendo en el fondo el orden y la unidad. Vida y muerte, sueño y vigilia, luz y tinieblas, configuran una unidad, un ciclo pulsátil, rítmico, donde la existencia temporo-espacial entra en contacto con la propia esencia. Vida onírica y vigilia forman parte de un fluir del espacio y del tiempo del cual nacen categorías y dimensiones desconocidas, multidimensionales e imprevisibles.

            La ciencia también como los mitos y los sueños han tratado y tratan de explicar el mundo de manera sistemática y organizada, de modo que el conocimiento adquirido pueda ser transmitido, entendido y compartido por una comunidad, que transforma los modelos y teorías en paradigmas que intentan perdurar en el tiempo. También lo hace el niño con sus teorías sexuales infantiles, fruto de la curiosidad y de la pulsión de saber (Freud, 1900).

Resnik (1996) dice que los sueños constituyen un mito dentro de la ciencia psicoanalítica y de alguna manera tanto los sueños, como los mitos y la ciencia (con sus modelos y paradigmas), tienen la ambición de explicar el mundo, haciendo inteligibles sus fenómenos, así mismo el analista junto con el paciente tratan de hacer inteligibles a los sueños. Continuando con esta idea es que puede considerarse al sueño como un paradigma dentro del psicoanálisis ya que a través del mismo trata de explicarse muchos de los fenómenos psíquicos así como los hechos ocurridos en la transferencia.

El mito, pretende ofrecer al hombre un modo de actuar sobre el universo, asegurándole su posesión espiritual y material. Ante un universo lleno de incertidumbres, interrogantes y misterios, el mito interviene para introducir lo humano. El mito, los sueños y la ciencia tratan de construir “verdades” provisionales, que sólo son aproximaciones diferentes a la verdad. Los sueños y los mitos, están en la misma fila de la tabla de Bion (1982), y ambos son predecesores de un pensamiento superior, que tiene en sus raíces la misma materia prima. Bion usa “soñar”, y “función alfa” indistintamente en su obra. Grotstein (2009) los distingue señalándonos que el soñar constituye una teoría y un proceso en vivo, “actual”; mientras la función alfa sería un modelo, una analogía, una función “virtual”. Sin embargo, a pesar de poder redirigir cada uno de estos conceptos a categorías diferentes, nos señala Grotstein que Bion utilizará en su obra a veces el soñar o función alfa como idénticos, a veces traslapándose, o a veces incluyendo un concepto dentro del otro (Grotstein, 2009).

El sueño es un mito, una concepción del mundo y de sí mismo, una manera de vivir en el registro de lo inconsciente, una experiencia compleja. La experiencia onírica es el procesamiento de fantasías o problemáticas no resueltas o desplazadas por el yo de la vigilia que son elaboradas dentro de otra lógica que cifra sus contenidos en el código analótico e icónico (Guillaumin, J., 1976).

Eugenio Cornide Cheda

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